sábado, 23 de agosto de 2014

La Envidia

Esta pregunta siempre a estado presente, y tiene que ver con el origen de la envidia. A lo largo de toda la historia, ya sea entre filósofos o hombres de religión, se han preguntado si la envidia es innata o si es solo reactiva, ante cualquier suceso frustran te  en la vida de la persona.
a partir de la "caída del pecado original" se extrenderia de forma universal e innata a todos los hombres;mientras que las religiones orientales, como el taoísmo,Budismo  e hinduismo, lo ubican en un momento indeterminado de cada persona.

el budismo no  admire la existencia del mal en si mismo, sino que fundamentalmente es un error y la naturaleza ultima de todos los seres es perfecta. Esa perfección permanece en el fondo de nosotros incluso cuando se halla oscurecida por la ignorancia, el deseo,la envidia o el odio.No ha existido, como en el cristianismo, ninguna caída en el pecado sino simplemente un olvido de esa naturaleza originaria  
por tanto, diciendo que las religiones cristiana, judia y musulmana se mueven en esa direccion "innaista", mientras que para los orientales es "reactiva".
Uno de los autores de mayor influencia respecto a este concepto, a traves de los tiempor ha sido Aristoteles. en sus dos grandes obras: "Retorica"y "Ética Nicomanaquea".
La diferencia existe entre ambas consiste en que: en la primer, el planteamiento que analiza las conductas humanas es segun criterios normativos de las vitudes y los vicios, mientra que en la "Retorica", queda invertido a favor del punto de vista cotrario, segun el cual las acciones virtuosas o viciosas resultan del talante y de los estados pasionales de los hombres. Aristoteles reconoce la existencia del bien y del mal en el interior del hombre, lo que lo llevo hacia una postura "innaista" , por lo que menciona la existencia de una naturaleza envidiosa. También este realiza un profundo estudio de la envidia "reactiva" provocada por la frustracion que produce la comparacion con el envidiado.
Existen sin embargo, autores filosóficos cuyas opiniones divergentes, son dignas de mencionar, como alternativas a la concepción innatista de la envidia. Me refiero a ciertos autores “reactivistas” como Rousseau, Locke y A. Smith que opinan que este afecto no es extensible a todos los individuos. En el caso de Locke, según su concepción del “estado de naturaleza” la envidia innata no podría darse puesto que: “El estado de naturaleza tiene una ley que obliga a todos; y la razón, que es esta ley, enseña a todos los hombres que la consultan, que son iguales e independientes y que nadie debe dañar a otro en su vida, su salud, su libertad o sus bienes, ya que todos los hombres son criaturas de Dios
En el caso de Rousseau que considera la “civilización” la generadora de la envidia supedita la existencia de un individuo "no envidioso" a la conservación de su estado incivilizado y asocial. El estado de naturaleza hipotético ‐según este filósofo‐ se explicará haciendo abstracción de la sociedad misma. Rousseau imagina al hombre “vagando por los bosques, sin industria, sin lenguaje y sin hogar, ajeno por igual a toda guerra y a todo lazo, sin necesidad de sus semejantes ni desear dañarles. El hombre se retrata así privado de vida social y sin haber alcanzado aún el nivel de reflexión. Un hombre así no tendría cualidades morales pero no por ello ha de ser un vicioso. Es decir, el que no tuviera la idea de bondad, no significa que fuera malo. Spinoza, sin embargo, nos ofrece una opinión completamente diferente con lo que dice Rousseau, afirmando que como todo hombre tiene el impulso natural a auto‐conservarse, tiene derecho a valerse de cualquier medio para conseguirlo y a tratar como enemigo a cualquiera que se lo obstaculice. En realidad, dado que los hombres están muy expuestos a las pasiones de la ira, la envidia y el odio en general, “los hombres son naturalmente enemigos”. En su Tratado Político, resume la dinámica de sentimientos, descrita en la “Etica” y que va de la envidia y la ambición, a la guerra de todos contra todos. Así dirá que los hombres están más inclinados a la venganza que a la misericordia, deseando que los demás vivan según el criterio de uno; señala además que el que sale victorioso se gloría más de haber perjudicado a otro que de haberse beneficiado él mismo. Es interesante la opinión que aporta de la eficacia del mandamiento del amor al prójimo propio de la religión cristiana desde su visión de la naturaleza humana, pues declara que éste tiene escaso poder sobre los afectos.`
A. Smith considera como “arriesgada” su afirmación de que exista la posibilidad de que no haya envidia: “...La conclusión obvia es que nuestra propensión a simpatizar con la tristeza debe ser muy fuerte y nuestra inclinación a simpatizar con la alegría debe ser muy débil. A pesar de este prejuicio me arriesgaré a afirmar que cuando no hay envidia, nuestra propensión a simpatizar con el gozo es más intensa que nuestra propensión a simpatizar con la aflicción.

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